domingo, 28 de diciembre de 2008

El Poeta de los corazones venezolanos.

Si visita a Venezuela, la zona de los andes resulta la de mayor proyección turística y entre ellos el estado Mérida. En el pueblo de Apartaderos unas niñas le declamaran frente a la plaza Luz Caraballo, el poema escrito por Andrés Eloy. De chachopo a apartaderos/ camina la loca Luz Caraballo/ con violetitas de mayo;/ con carneritos de enero…….
Un homenaje para un personaje que transitó el sentir de sus paisanos desde lo más hondo de sus tradiciones y quien tuvo también tiempo para luchar por sus ideales políticos.
Nació Andrés Eloy Blanco en la capital del estado Sucre, Cumana, el 6 de agosto de 1896, trasladándose a la capital en 1907 para estudiar en el Colegio nacional y pasar posteriormente a estudiar derecho en la Universidad Central, alcanzando su doctorado en derecho en 1918.
Sus primeros poemas, “El solitario de Santa Ana” y “Walkyria”, aparecieron en 1911 en El Universal de Caracas. Pero su carrera literaria da inicio en firme cuando gana un premio en los juegos florales de Guayana en 1916 con su “Canto a la espiga y al arado” y su proyección fuera de las fronteras le viene en 1923 cuando resulta ganador del concurso hispanoamericano de Poesía promovido en Madrid por la real academia española con su Canto a España.
Su instinto guerrero heredado de los antepasados lo llevaron desde muy joven a participar en la lucha política y es participante activo en las manifestaciones estudiantiles contra el régimen dictatorial de Juan Vicente Gómez, por lo que desde 1928 a 1933 recorre alternadamente los calabozos de La Rotunda en Caracas y el Castillo Libertador de Puerto Cabello, desde donde escribe gran parte de su obra.
Poeta sobre todo, es difícil ubicarlo dentro de algún estilo porque sus composiciones transitan caminos que cruzan o chocan entre sí, yendo desde el modernismo al folclore, y desde el humor hasta lo popular.
Su inspiración parece fundirse entre los estados de animo de sus coterráneos, entre el nacionalismo con que expresa de manera geográfica su “Río de las siete estrellas” hasta la sensibilidad critica de lo étnico con su “Píntame angelitos negros” o del romance furtivo en “Coplas del amor viajero” y sus giros de humor en “el Gato verde”.
La cárcel en vez de ablandarlo lo hace recio, su pluma, como espada enfila sus disparos cruzando el limite del recinto penitenciario y haciendo eco en sus compatriotas.
Funda el partido Acción Democrática y en 1948 ocupa el cargo de ministro de Relaciones Exteriores durante la fugaz presidencia del también escritor Rómulo Gallegos. En noviembre de ese mismo año tiene que exilarse en Cuba y, finalmente, en México donde fallece el 21 de mayo de 1955. Parte de su legado literario es publicado póstumamente.
Andrés Eloy nos habla de tantas cosas cotidianas que es difícil no identificarse con algunas de ellas. En sus “Uvas del Tiempo”, refleja la nostalgia por su tierra, cuando desde Madrid nos dice. “Madre: esta noche se nos muere un año/ en esta ciudad grande todos están de fiesta;/ zambombas, serenatas, gritos, ¡ah, como gritan!:/ claro, como que todos tienen su madre cerca…” mas adelante nos habla de su casa … “!Mi casona oriental!. Aquella casa/ con claustros coloniales, portón y enredaderas,/ el molino de viento y los granados,/ los grandes libros de la biblioteca”. Y termina ese poema diciendo. “Y vino toda la acidez del mundo/ a destilar sus doce gotas trémulas,/ cuando cayeron sobre mi silencio/ las doce uvas de la Noche Vieja”.
Por décadas este poema, declamado por diferentes voces es obligado en muchos hogares cuando finaliza un año.
Allí Andrés Eloy nos muestra su pasión por la familia y la patria, la nostalgia que le acompaña hasta el día de su muerte. De hecho, su última intervención pública, pocas horas antes de morir, fue un discurso en el cual exhortó a lo mejor del espíritu venezolano a seguir viviendo.
También escribió a los hijos, a la familia, al amor, a su Giraluna que le acompaño siempre, a la patria, al amigo, a los mitos o leyendas que poblaban la geografía como Luz Caraballo, Venancio Laya, Sara Cata o El Limonero del Señor..
Su arpa lírica poseía matices para cada ocasión, respuestas para las preguntas que se agolpaban en las bocas de un pueblo oprimido por la dictadura.
Renunciando a su libertad y a su propio porvenir que enlaza con la lucha revolucionaria.
Unos versos de su poema la Renuncia dice así. “He renunciado a ti. No era posible./ Fueron vapores de la fantasía;/ son ficciones que a veces dan a lo inaccesible/ una proximidad de lejanía.” El cual culmina con estas frases. “Yo voy a mi propio nivel. Ya estoy tranquilo./ Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño;/ desbaratando encajes, regresare hasta el hilo./ La renuncia es el viaje de regreso del sueño…”
Y nunca regresó de esa renuncia, murió viendo a su país azotado por una nueva dictadura, esta vez la del general Marcos Pérez Jiménez.
Sus escritos siguen latentes recordándonos lo frágiles que somos y lo fuerte que podemos ser, cuando existen motivos tan grandes para serlo.
Mas allá de sus versos o sus discursos, de sus escritos en prosa, cuentos o dramas, o de sus facetas como periodista, biógrafo o ensayista político, Andrés Eloy logro conquistar los corazones de los hombres y mujeres de su tierra, de los que le amaron u odiaron, de los que han nacido leyendo su legado o de los que lo vivieron en carne propia sus sufrimientos.
Ha logrado trascender de la mano de su lírica.
Mariano Picon Salas en una ocasión dijo refiriéndose a él “Toda la variedad de un rico temperamento que va de lo concreto a lo abstracto; de lo conceptista, en singular riqueza y gallardía verbal” y Rómulo Gallegos lo definiría. “Talento creador, iluminado y poderoso”
Su obra poética incluye poemarios como Tierras que me oyeron (1921); Poda (1921-1928, publicado en 1934), integrado por poemas románticos que su autor calificaba de “énfasis, Barco de piedra (1928-1932, publicado en 1937); Baedeker 2000 (1929-1932, publicado en 1938), en el ámbito de la estética futurista; Malvina recobrada (1931), de poemas en prosa; La Juambimbada (1941-1944, publicado en México postumamente); Reloj de piedra (1943-1945); Giraluna (1955, también publicado despues de su muerte).
Como cuentista, publica el libro La aeroplana clueca (1921-1928, publicado en 1935). Como dramaturgo, escribió El Cristo de las violetas (1925); El pie de la Virgen (1937); Abigail (1937), Los muertos las prefieren negras (1950); y El árbol de la noche alegre (1950). Como periodista fue uno de los más afamados columnistas de la prensa venezolana. Como biógrafo, se ocupó del presidente de la República, José María Vargas, en Vargas, albacea de la angustia (1947). Como ensayista político, se destacó especialmente en su Navegación de altura (1941) y Reloj de arena (título de la columna publicada en el periódico El Nacional a partir de 1943).
Su legado es más extenso, muchos de sus escritos siguen apareciendo ocasionalmente rescatados por algún viejo compañero de celda o alguno de los hijos de este.
Su vocación literaria solo fue superada por su pasión a la patria.
Sus restos se encuentran actualmente junto a los del Libertador Simón Bolívar y otros patriotas en el Panteón Nacional, justo reconocimiento al poeta de los corazones venezolanos, quien dejó sangre, sudor y lágrimas entre sufrimientos por su país.

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