martes, 19 de enero de 2010

El mar, el pueblo y el poeta

Las aguas del golfo de Cariaco son casi siempre azules, si navegas en dirección este-oeste te conseguirás con que el mar caribe irrumpe a la entrada, provocando marejadas que en tiempo de lluvia son peligrosas.
A la derecha, caseríos y aldeas casi olvidadas van abriéndose paso incrustadas en los cerros, como árboles de piedras que desafían la naturaleza.
Casi llegando al final se encuentra el pueblo de Manicuare.
Allí sobre una pequeña colina, desafiando el tiempo que la agobia sin doblegarla se encuentra una pequeña casa desde cuyas ventanas se divisa en tiempos claros la ciudad de Cumana.
Allí sigue imponente, sin rendirse a los cambios ni a las formas que le precedieron, los recuerdos del poeta.
Sopla la brisa cantos al dolor y a la esperanza y se escuchan susurrantes los sonetos de Salmerón.
Era el pequeño pueblo una aldea cuando Ana Rosa en las propiedades de su marido, Antonio, viejo pescador, de ideas algo revolucionarias, dio a luz en la ensenada de Guarataro al que llamarían Cruz Maria, su hijo. Corrían los primeros días del mes de enero de 1892.
Las olas como siempre rugían como leones advirtiendo de su fiereza.
En la hacienda fue creciendo compartiendo con los peones de su padre los conocimientos de sus faenas y adquiriendo las enseñanzas de su familia en la lucha diaria de la pesca.
Allí fue forjando sus instintos y su carácter, el respeto y la caballerosidad que le hicieron luego muy querido.
Sus primeros juguetes fueron el anzuelo y los aperos de pesca y muy precozmente se enfrenta a muchos jugando cartas caídas y truco.
Su habilidad para el nado es genética y entre paisajes rurales y el diario esfuerzo para sobrevivir su primera infancia va abandonándole dejándole figuras que dejan raíces en su cerebro.
Es el mas fuerte legado de su existencia, el que lo marca en su corta estadía por la tierra, el que vuelve una y otra vez, cada vez que sus ratos libres se lo permiten.
A los diez años cambia la aridez de la tierra por una casa en la Calle Arizmendi, en la pequeña ciudad de Cumana, que con solo 12.000 habitantes se reponía de la guerra civil.
El motivo de este cambio: las enseñanzas que deben sembrar los conocimientos que nos sacan de la ignorancia.
Pedro Luis Cedeño es su primer maestro en la ruta de la instrucción y José Antonio Ramos Sucre su amigo del alma.
Es la primera etapa de cambios que Cruz absorbe muy poco.
Es el inicio de los sueños que le llevan a la abducción en muchos momentos.
Entre los pupitres y bancos del Colegio Federal, cuna de muchos hombres de letras del momento, va internándose y descubriendo el don que lo ha marcado, el camino a las letras.
No es un estudiante excelente, llegando a la categoría de ordinario, sin llegar a considerarlo como malo. Mas que las aulas anhela un contacto más directo con la naturaleza.
Juega a la guerra con sus amiguitos mientras piensa en la paz como único camino.
Se gradúa en agosto de 1910 de bachiller en filosofía y letras, junto a Ramos Sucre y Dionisio López Orihuela, dos años después del comienzo de la férrea dictadura de Gómez, período en el que vive,
Con el primero fundaría posteriormente la revista "Broche de Oro".
Rubén Darío Y Martí serian las influencias más radicales en sus versos.
Cabalgaría entre esa estética modernista que arropaba al mundo, dándole el toque sencillo que le diferenciaría y posteriormente definirían su estilo.
Manicuare sigue siendo su destino de vacaciones y el encuentro directo con su pasión.
Los gallos de peleas uno de los placeres que robaría sin limites.
La capital sería un destino para su crecimiento intelectual.
Se inscribe en la Facultad de Derecho y con un grupo de compañeros se muda a Caracas.
Comparte su pieza situada de Camejo a Santa Teresa en ocasiones con Ramos Sucre y es vecino de habitación de Juan Bautista Mariña quien será también vecino de celda años después en Cumana.
Su carácter no le gana buenos compañeros entre los hijos de acaudalados hombres de la época en la universidad pero su altivez y decisión mantienen el respeto que le sienten.
Se refugia detrás del papel y la pluma dando salida a esas expresiones literarias que le sacuden y lo incendian por sobre su escéptismo sobre la calidad de sus escritos, que lo lleva a romper y echar a la basura el fruto de sus inspiraciones.
Es Ramos Sucre el único testigo de esos esfuerzos que le parecen maravillosos y no escatima en hablar con los otros sobre ello.
Pero Cruz sigue añorando las noches de luna sentado a la orilla, con la música del agua arrullándolo.
Sus esfuerzos se multiplican y elevan como burbujas sus calificaciones pasándolo a la condición de estudiante destacado.
Va abriéndose a los tiempos y haciéndose menos huraño.
Se inscribe en la Asociación general de Estudiantes de Venezuela pero nunca participa y aprovecha para recorrer las costas del golfo de Cariaco en sus vacaciones.
Allí escribe el primer soneto que se conserva, se lo dedica a su amigo Ramos Sucre en 1911 y se lo envía junto a una carta desde Cumana.
Cielo y Mar es su titulo y sus versos hablan de esperanzas que se van desvaneciendo.

Y pienso con oscuro pesimismo
que mi ilusión esta sobre un abismo
y cerca de otro abismo mi esperanza.

Una profecía de sus próximos años, un presentimiento que iría creciendo en su pecho.
Al final de esas vacaciones el mal estaría ya declarado.
Gómez cierra la universidad en 1913 cuando cursa Cruz Salmerón Acosta el tercer año y debe regresar a Cumana, donde lo recibe la muerte de su hermana quinceañera Encarnación.
Sería un año catastrófico donde también es asesinado su hermano por el jefe civil de la aldea que lo vio nacer y también este ultimo es asesinado por una poblada que lo ajusticia.
Por lo que es puesto preso con su hermano durante un año en la cárcel de Cumana.
Allí reniega de los las leyes y de los que la manejan y se codea, según cuenta luego, con personas con mayores valores morales.
Al salir, el reloj del destino le iba marcando de manera cruel el tiempo que le queda.
Pero siempre, su carácter estuvo por encima del mal que lo iba dejando poco a poco sin fuerzas.
La lepra fue minando silenciosamente su integridad y absorbiendo las fuerzas que lo mantenían altivo.
Sus últimos diez años transcurrieron en la casa de la colina entre evocaciones y dolores, entre esperanzas que nunca se esfumaron a pesar de que sus caminos parecían marcados por el infortunio.
Su voz sería siempre un consuelo para los amigos que le visitaban y que fueron viendo como se esfumaban con los años las carnes musculosas que envolvían sus 173 centímetros de altura, dejando solo piel y hueso.
Seria el verso y la poesía su amiga intima y la almohada donde reposaban sus ideas.
Nunca perdería fuerza y aunque el dolor era protagonista de buena parte de la trama, seguían destellos de luz cubriendo las rimas que cadenciosamente iban poblando el mundo entre las paredes de su cuarto.
A pesar de su escasa cultura humanística clásica muchos de sus sonetos llevaron esos ruegos divinos que sonaban a oración, como este escrito a Jesús de Nazareth.

Su venida a los hombres es tan bella
que hasta apariencia de milagro toma:
a la tierra lo trae alba paloma,
lo anuncia en el azul, azul estrella.

o este A La Cruz.

Sagrada cruz, yo si te he profanado
entre unas manos de mujer querida,
y en el tosco puñal con que he intentado
dar a mi corazón la ultima herida.

Sus evocaciones a veces se confundían entre propias incriminaciones y el azul del mar y el cielo que le arrullaban y consolaban estuvo a flor de boca en sus labios, no en vano su obra mas difundida y reconocida lleva el nombre de ese color.

Azul de aquella cumbre tan lejana
hacia la cual mi pensamiento vuela,
bajo la paz azul de la mañana,
color que tantas cosas me revela!

Los amores imposibles, los amigos y las personas que de algún modo dejaron algo en su existencia, tuvieron cabida en sus letras. Ramos Sucre, Conchita Bruzual, Alfredo Arvelo, José Maria Díaz, Andrés Eloy Blanco o Dionisio López fueron inscritos dentro de ellos.
Sus últimos diez años fueron de sufrimientos pero también le permitieron crear expresiones que le mantienen vivo tras su muerte.
Una manera servil de enterrar su alma sin que la tierra agreste la tome como prisionera.
Encerró su cuerpo y sus ojos fueron apagándose buscando el misterio de los colores que hacían posible la inmensidad del firmamento, pero el infortunio no pudo borrar de su cara la paz, ni de su mano la poesía, sobreviviente raíz de sus intimas emociones.

Un 30 de julio de 1929, cinco meses después de la creación del Vaticano, su mirada dejó de ser la antorcha que iluminaba los rincones más oscuros de su cuarto y dejo su maltrecho cuerpo para ser devuelto a la tierra que 38 años antes le vio nacer.
Lloró por muchas horas el cielo el día de su entierro y hasta muy entrada la noche su cuerpo no pudo ser llevado al descanso eterno, pero su alma risueña sigue poblando la orilla de la playa donde duermen las olas buscando el refugio melodioso de los versos de quien vivió para ser un apéndice entre el mar, su pueblo y la poesía.